Bienvenidos

Les damos la grata bienvenida a este pequeño (pero necesario) lugar de opinión. El objetivo principal que nos hemos propuesto en “La pelota sí se mancha” es la de mostrar una visión del fútbol pura, sin amiguismos y sin estar contaminados por la presión que genera trabajar en algún medio. Y la opinión nace de esta manera, hombro con hombro, y no alejados en la frialdad de un gigante.En este blog se hablará de fútbol, y de todo lo que lo concierne, ya que no es poco, y sin mucho esfuerzo se pueden atar cabos con cualquier otra ocupación, desde un simple espectáculo hasta asuntos meramente políticos.El fútbol es una religión, Maradona es el Dios, pero hemos quedados paganos, a la deriva, y sin una opinión que represente el decir popular. Por eso los invitamos a todos a que contribuyan con este espacio, para discutir temas que nos preocupan a todos los amantes de este deporte, y que no quieren que se manche más la pelota, porque no sólo se ha manchado con barro, sino que, lamentablemente también se ha manchado de sangre.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Yo, Robot


Cambia todo cambia... ¿O podrá el fútbol ser un hostil resistente hacia los avances tecnológicos? Día tras día nuestra vida cotidiana se ve modificada gracias a las nuevas tecnologías, nos facilita y nos simplifica muchos de nuestros quehaceres diarios. Y las voces del progreso no tardaron en hablar.
Desde hace rato que venimos escuchando la posibilidad (o la amenaza) de que los árbitros contarán con muchas más herramientas a la hora de dirigir, que van más allá de un rústico silbato o de la simple capacidad de visión que posee un ser humano. Las opciones con más peso, son las de la posibilidad de chequear en un monitor una determinada jugada antes de dar un fallo, o la de incluir censores en la línea de gol, o hasta incluso en la misma pelota.
Tras todas estas posibles situaciones generan un sin fin de palabras cruzadas, y a su vez surgen preguntas del tipo –casi– existencial en lo que se refiere al folklore del fútbol: ¿Se eliminarán los errores de terceros y ganará sólo el equipo que consiga la victoria a través de la legalidad? ¿Con la inclusión de nuevas tecnologías se acabarán las sospechas de sobornos hacia los árbitros?
Y aquí partimos de una cierta histeria por parte del hincha promedio, por un lado se queja de que los árbitros favorecen siempre a los equipos grandes, pero por otro admite que sin polémica se pierde parte del folklore. O de esa discusión embravecida, pasional y hasta dogmática que se da un domingo en un bar, en el trabajo, en una cena o en cualquier rincón de nuestro país. Entonces nos detenemos en un punto clave, la discusión y el placer que nos da el reclamar y el afirmar que el otro se equivocó.
Otro punto para tratar en lo que se refiere exclusivamente al juego, es la pérdida de la dinámica en caso de que se pare el juego por varios minutos para decidir el fallo de una jugada. Los partidos pasarían a durar mucho más de noventa minutos, y hasta se correría el riesgo de posibles desgarros o lesiones por las intermitencias que puede sufrir un jugador luego de estas largas interrupciones del juego.
Las cartas ya están jugadas desde hace varias manos, la tecnología avanza comiéndonos los talones, a pasos agigantados se va metiendo en cada una de las decisiones de nuestras vidas. La certeza que puede brindar la tecnología es muy alta, y respetada por todos; pero la pregunta es: ¿la pasión puede convivir con la verdad absoluta?



Maurice Pistone Jalfon

domingo, 25 de marzo de 2007

Camiseta que el tiempo ha borrado...


Durante muchísimos años fue sinónimo de buen fútbol. Cuando algún jugador pisaba el verde césped enfundado bajo ese número, los espectadores depositaban siempre sus ilusiones de espectáculo en el botín de dicho futbolista. Vistió sin distinciones a grandes de toda la historia, sin apreciar en colores, nacionalidades o afinidades políticas. Tiempo atrás, era compañera de trucos junto a verdaderos magos como Ferenc Puskas, Pelé, Ricardo Bochini, Ángel Labruna, Ernesto Grillo o Enrique Sívori; ya en épocas más contemporáneas, infundía esa mezcla de miedo y respeto cuando la portaban Maradonas, Zidanes, Platinis, Valderramas y Romarios. La camiseta número diez siempre fue un condimento especial en el mundo del fútbol, una camiseta que hablaba por sí sola. ¿O no habrán sido muchos, como el autor de esta nota por caso, los que cuando se compraban una camiseta del club de sus amores desistían de ponerle el 10 en la espalda para no desprestigiarlo con sus limitadas aptitudes?
Ahora bien, en el fútbol argentino se da un caso curioso en los últimos tiempos. No voy a caer en la típica nota acerca de la desaparición de la posición de enganche, con su sinfín de explicaciones tácticas; tampoco hablaré del escaso trabajo que se realiza en las inferiores para dotar técnicamente a los juveniles. Ambos aspectos son muy importantes, pero en este caso ahondaré sobre un tema más palpable: hoy, en el Clausura 2007, algunos de los portadores de la camiseta 10 ni siquiera juegan.
Así es, de los veinte equipos que participan actualmente en el máximo torneo argentino, nueve no cuentan en su alineación titular habitual con “el 10”. Argentinos, Arsenal, Banfield, Belgrano, Estudiantes, Gimnasia (LP), Newell´s, Quilmes, River y Rosario Central, por distintas cuestiones, encajan en la enunciación antedicha. De la misma manera, once de los veinte números 10 que surcan nuestras canchas no cumplen las características tácticas y, muchas veces, técnicas que sus antecesores. Actualmente, las posiciones que desempeñan son variadas: pueden ser volantes-carrileros, como Falcón, Vásquez, Ricardo Gómez, Torresi, Escudero; algunos se desempeñan como delanteros, caso Cervera, Acosta, César Carranza, Marco Ruben y Lavezzi. El caso más llamativo es el de Roberto Acuña, que lleva la 10 de Rosario Central y se desempeña como volante central.
Igualmente, si de casos increíbles se trata, el fútbol argentino siempre está dispuesto a poner su cuota: en el Apertura 2004, Olimpo de Bahía Blanca (en ese momento dirigido por J.J. López) contaba en sus filas con el venezolano Luis Vallenilla, que portaba la diez aurinegra con sus limitaciones de... ¡marcador de punta!
Desde aquí este pequeño espacio para que alguna vez la camiseta número diez vuelva a tener la mística que tuvo alguna vez, con la secreta esperanza de que la utilicen jugadores aptos para devolvernos esas ganas de ir a la cancha a disfrutar de una de las cosas más bellas que existen en el mundo: un buen partido de fútbol.


Mariano H. Potel

jueves, 22 de marzo de 2007

BIENVENIDA

Les damos la grata bienvenida a este pequeño (pero necesario) lugar de opinión. El objetivo principal que nos hemos propuesto en “La pelota sí se mancha” es la de mostrar una visión del fútbol pura, sin amiguismos y sin estar contaminados por la presión que genera trabajar en algún medio. Y la opinión nace de esta manera, hombro con hombro, y no alejados en la frialdad de un gigante.
En este blog se hablará de fútbol, y de todo lo que lo concierne, ya que no es poco, y sin mucho esfuerzo se pueden atar cabos con cualquier otra ocupación, desde un simple espectáculo hasta asuntos meramente políticos.
El fútbol es una religión, Maradona es el Dios, pero hemos quedados paganos, a la deriva, y sin una opinión que represente el decir popular. Por eso los invitamos a todos a que contribuyan con este espacio, para discutir temas que nos preocupan a todos los amantes de este deporte, y que no quieren que se manche más la pelota, porque no sólo se ha manchado con barro, sino que, lamentablemente también se ha manchado de sangre.

Como preludio, les dejamos un excelente texto del periodista, escritor, poeta y relator Walter Saavedra:

Cómo vas a saber lo que es el amor si nunca te hiciste hincha de un club.
Cómo vas a saber lo que es el dolor si jamás un zaguero te azotó la tibia en el peroné.
Cómo vas a saber lo que es el placer si nunca ganaste un clásico barrio contra barrio.
Cómo vas a saber lo que es el cariño si nunca acariciaste la globa de chanfle para dejarla jadeando bajo un techo de piola.
Cómo vas a saber lo que es la solidaridad si jamás saliste a dar la cara por un compañero vilmente golpeado de atrás.
Cómo vas a saber lo que es la poesía si nunca tiraste una gambeta.
Cómo vas a saber lo que es la humillación si jamás te hicieron un caño.
Cómo vas a saber lo que es la amistad si jamás devolviste una pared.
Cómo vas a saber lo que es el orgasmo si nunca diste una vuelta olímpica de visitante.
Cómo vas a saber lo que es el pánico si jamás te sorprendieron mal parado en un contragolpe.
Cómo vas a saber lo que es la izquierda si nunca jugaste en equipo.
Cómo vas a saber lo que es la xenofobia si nunca te gritaron “¡negro de mierda!”.
Cómo vas a saber lo que es la soledad si jamás te paraste bajo los tres palos, a doce pasos de un fusilero dispuesto a acabar con tus esperanzas.
Cómo vas a saber lo que es el egoísmo si jamás hiciste una de más.
Cómo vas a saber lo que es el arte si nunca inventaste una rabona.
Cómo vas a saber lo que es el insomnio si jamás te fuiste al descenso.
Cómo vas a saber lo que es el odio si nunca te hicieron un gol en contra.
¿CÓMO VAS A SABER LO QUE ES LA VIDA, HIJO MIO, SI NUNCA, JAMÁS, JUGASTE A LA PELOTA?