Cambia todo cambia... ¿O podrá el fútbol ser un hostil resistente hacia los avances tecnológicos? Día tras día nuestra vida cotidiana se ve modificada gracias a las nuevas tecnologías, nos facilita y nos simplifica muchos de nuestros quehaceres diarios. Y las voces del progreso no tardaron en hablar.
Desde hace rato que venimos escuchando la posibilidad (o la amenaza) de que los árbitros contarán con muchas más herramientas a la hora de dirigir, que van más allá de un rústico silbato o de la simple capacidad de visión que posee un ser humano. Las opciones con más peso, son las de la posibilidad de chequear en un monitor una determinada jugada antes de dar un fallo, o la de incluir censores en la línea de gol, o hasta incluso en la misma pelota.
Tras todas estas posibles situaciones generan un sin fin de palabras cruzadas, y a su vez surgen preguntas del tipo –casi– existencial en lo que se refiere al folklore del fútbol: ¿Se eliminarán los errores de terceros y ganará sólo el equipo que consiga la victoria a través de la legalidad? ¿Con la inclusión de nuevas tecnologías se acabarán las sospechas de sobornos hacia los árbitros?
Y aquí partimos de una cierta histeria por parte del hincha promedio, por un lado se queja de que los árbitros favorecen siempre a los equipos grandes, pero por otro admite que sin polémica se pierde parte del folklore. O de esa discusión embravecida, pasional y hasta dogmática que se da un domingo en un bar, en el trabajo, en una cena o en cualquier rincón de nuestro país. Entonces nos detenemos en un punto clave, la discusión y el placer que nos da el reclamar y el afirmar que el otro se equivocó.
Otro punto para tratar en lo que se refiere exclusivamente al juego, es la pérdida de la dinámica en caso de que se pare el juego por varios minutos para decidir el fallo de una jugada. Los partidos pasarían a durar mucho más de noventa minutos, y hasta se correría el riesgo de posibles desgarros o lesiones por las intermitencias que puede sufrir un jugador luego de estas largas interrupciones del juego.
Las cartas ya están jugadas desde hace varias manos, la tecnología avanza comiéndonos los talones, a pasos agigantados se va metiendo en cada una de las decisiones de nuestras vidas. La certeza que puede brindar la tecnología es muy alta, y respetada por todos; pero la pregunta es: ¿la pasión puede convivir con la verdad absoluta?
Maurice Pistone Jalfon
Desde hace rato que venimos escuchando la posibilidad (o la amenaza) de que los árbitros contarán con muchas más herramientas a la hora de dirigir, que van más allá de un rústico silbato o de la simple capacidad de visión que posee un ser humano. Las opciones con más peso, son las de la posibilidad de chequear en un monitor una determinada jugada antes de dar un fallo, o la de incluir censores en la línea de gol, o hasta incluso en la misma pelota.
Tras todas estas posibles situaciones generan un sin fin de palabras cruzadas, y a su vez surgen preguntas del tipo –casi– existencial en lo que se refiere al folklore del fútbol: ¿Se eliminarán los errores de terceros y ganará sólo el equipo que consiga la victoria a través de la legalidad? ¿Con la inclusión de nuevas tecnologías se acabarán las sospechas de sobornos hacia los árbitros?
Y aquí partimos de una cierta histeria por parte del hincha promedio, por un lado se queja de que los árbitros favorecen siempre a los equipos grandes, pero por otro admite que sin polémica se pierde parte del folklore. O de esa discusión embravecida, pasional y hasta dogmática que se da un domingo en un bar, en el trabajo, en una cena o en cualquier rincón de nuestro país. Entonces nos detenemos en un punto clave, la discusión y el placer que nos da el reclamar y el afirmar que el otro se equivocó.
Otro punto para tratar en lo que se refiere exclusivamente al juego, es la pérdida de la dinámica en caso de que se pare el juego por varios minutos para decidir el fallo de una jugada. Los partidos pasarían a durar mucho más de noventa minutos, y hasta se correría el riesgo de posibles desgarros o lesiones por las intermitencias que puede sufrir un jugador luego de estas largas interrupciones del juego.
Las cartas ya están jugadas desde hace varias manos, la tecnología avanza comiéndonos los talones, a pasos agigantados se va metiendo en cada una de las decisiones de nuestras vidas. La certeza que puede brindar la tecnología es muy alta, y respetada por todos; pero la pregunta es: ¿la pasión puede convivir con la verdad absoluta?
Maurice Pistone Jalfon