jueves, 5 de abril de 2007
Por plata baila el mono
Es un dejà vú que se repite constantemente junto con la finalización de un torneo. Dos equipos se disputan el título cabeza a cabeza y hacen su aparición las interminables declaraciones de rigor bajo los fastuosos titulares que mencionan la palabra maldita: incentivación. Así, Menganito va a confirmar (para el espanto de muchos) que “esperan un llamadito”, con ese guiño tan típica y lamentablemente nuestro; Sultanito, a su vez, aclarará que “confían plenamente en que los jugadores van a salir a ganar el partido, porque son profesionales”. Y aquí, queridos lectores de este blog, radica lo elemental de este asunto: actualmente a los jugadores lo único que les importa es el dinero. Lamento profundamente aseverar esto, habida cuenta de que era un romántico que creía que todavía se jugaba por amor a la camiseta, pero nos guste o no, es la cruel realidad del fútbol argentino.
Por esta razón, propongo que tanto el periodismo deportivo como nosotros, los hinchas que consumimos fútbol “a rolete”, nos saquemos este manto de hipocresía que nos tapa los ojos y de una vez por todas blanqueemos la incentivación. Aclaremos desde un principio, cuando hablo de incentivación me refiero a ésta en forma literal, de ninguna manera hablo del pago para que un equipo “vaya para atrás”; esa si que es una cuestión totalmente antideportiva. Es completamente distinto a que un equipo reciba dinero para dar algo “extra”. Están los que argumentan, y no sin algo de razón, que esta práctica no es viable ya que se entiende que los futbolistas dan lo mejor de sí en cada partido; sin embrago, sabemos que esto no es así, y con ese criterio también tendrían que ser mal vistos los premios que reciben de parte de la dirigencia e incluso del Cuerpo Técnico, como en los casos de Ramón Díaz o Ricardo Caruso Lombardi. Y para confirmar la importancia de los premios para la vida de los futbolistas les dejo un interrogante: ¿creen que fue casualidad que el Independiente campeón de 2002 tardara ocho partidos del torneo siguiente en volver a ganar? Nadie reconoce que a ese gran equipo le debían el premio prometido por obtener dicho campeonato...
Obviamente que no soy adepto de estos hábitos, simplemente lo que propongo es no mirar hacia otro lado y, de acuerdo o no, aceptar la realidad. Es la misma situación que ocurría por los ya lejanos años ´20 y ´30, cuando se hablaba de “amateurismo marrón”: todos sabían que los deportistas no eran más amateurs, pero nadie quería aceptar que fueran profesionales. Sabemos que el fútbol actual está plagado de jugadores mercenarios que son capaces de cambiar los colores de su camiseta al mejor postor, como si fueran un objeto de una subasta de Christie´s. Sabemos que a muchos (afortunadamente no a todos) les interesa más el dinero, la fama y el “jet-set” que la gloria deportiva. Entonces, ¿porqué mirar hacia otro lado y negar una realidad existente? Este país ya sufrió muchos avatares por incurrir en esta nefasta y tan arraigada práctica. Intentemos que el fútbol no caiga en eso. Los incentivo a pensar...
Mariano H. Potel
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