Bienvenidos

Les damos la grata bienvenida a este pequeño (pero necesario) lugar de opinión. El objetivo principal que nos hemos propuesto en “La pelota sí se mancha” es la de mostrar una visión del fútbol pura, sin amiguismos y sin estar contaminados por la presión que genera trabajar en algún medio. Y la opinión nace de esta manera, hombro con hombro, y no alejados en la frialdad de un gigante.En este blog se hablará de fútbol, y de todo lo que lo concierne, ya que no es poco, y sin mucho esfuerzo se pueden atar cabos con cualquier otra ocupación, desde un simple espectáculo hasta asuntos meramente políticos.El fútbol es una religión, Maradona es el Dios, pero hemos quedados paganos, a la deriva, y sin una opinión que represente el decir popular. Por eso los invitamos a todos a que contribuyan con este espacio, para discutir temas que nos preocupan a todos los amantes de este deporte, y que no quieren que se manche más la pelota, porque no sólo se ha manchado con barro, sino que, lamentablemente también se ha manchado de sangre.

domingo, 28 de octubre de 2007

Volver (sin) la frente marchita

Queridos amigos, lectores, colegas de este humilde blog: fruto de las mismas incomprensibles e indeseadas causas que detuvieron la publicación de artículos, hemos decidido volver. Con un mayor entusiasmo quizás. A partir de ahora la idea (que esperamos cumplir) va a ser que realicemos una publicación todos los días lunes, alternando los autores de las notas. Igualmente, aunque cambie la metodología no va a cambiar el objetivo que nos propusimos de entrada: generar un verdadero lugar para opinar, discutir y demás eteceteras sobre el deporte que tanto amamos. Ni más ni menos. Y en esa parte su rol pasa a ser fundamental, así que esperamos muchos comentarios.
Como precalentamiento, un excelente cuento escrito por Mauri, un grande en esto de transcribir emociones a un papel (aunque en estos tiempos sería mejor decir "en esto de tipear emociones en el Word"). Con ustedes, "Clandestino". Que lo disfruten.
Abrazo pelotero.
Mariano

CLANDESTINO

Prendé la tele ya!", exclamó desesperadamente mi hermano. Recuerdo ese día como si hubiese sido ayer, lamentablemente lo recuerdo, aún no sé si lo guardo en mi memoria por cobardía o tan sólo por melancolía. Tomé el control remoto, toqué power – desgraciadamente toqué power – y ahí estaba un señor con traje hablando muy seriamente; los verdugos tienen trajes. "He hasta aquí, hasta este día, que la sociedad estará dispuesta a soportar toda esta violencia, la situación se nos ha a escapado de las manos. Por parte de la dirigencia ya no podemos hacer nada más. La pasión nos ha llevado a la ruina, al caos y a la matanza". Debiera ser que la corbata le apretaba demasiado para confundir la pasión digna con la violencia descarnada. Luego el hombre dentro del televisor finalizó el discurso de la manera más dolorosa: "Suspenderemos el fútbol de por vida, así viviremos en mayor armonía, tranquilidad y paz social."
El gobierno pagaba muy bien a quien cambiase cualquier clase de objeto futbolístico; pelotas, camisetas y fotos fueron devueltas en masa y ya nada quedaría en la retina de los más fervientes hinchas. La mayoría de los estadios de la Capital fueron demolidos, otros convertidos en bonitos shoppings y teatros. Cualquier símbolo futbolístico era considerado clandestino, pero por medio de un conocido de un conocido pude comprar una pelota. "Ésta es de la buena, buena", me dijo el vendedor: era la Tango; la piel se me erizó. Volví a mi casa procurando no cruzarme con la policía, y la escondí en el rincón más recóndito de la casa (no especificaré el escondite en este relato para que no la puedan encontrar). De vez en cuando la saco, la miro, y la vuelvo a guardar.
Exactamente 15 años después de la suspensión del fútbol fui con mi esposa Michel y mi hijo Diego hacia Santa Fe para el cumpleaños de mi hermano. Y al rato de llegar salí a dar una vuelta con Dieguito. De repente noté en su mirada una expresión de asombro, estaba estupefacto. Una gran roca de cemento que sobresalía de la tierra lo dejó atónito.
- ¿Qué es eso papá? – me preguntó de inmediato.
- Eso era un cementerio de elefantes – contesté.
- ¿Había elefantes en Argentina? – cuestionó de inmediato.
- Sí Diego, y de los grandes – dije con una lanza en el pecho.
Cuando volvimos hacia Buenos Aires decidí mostrarle la pelota a mi hijo.
- Mirá esto Diego.
- ¿Qué es eso?
- Esto es una pelota, y no te imaginás, era de caprichosa…
- ¿Por qué? ¿Qué hacía?
- Mmm… Más que caprichosa era una mentirosa de aquellas, la más hermosa farsante que haya existido. Ella te hacía creer que la hacías pasar por entre las piernas del rival, que la acariciabas con el taco, que te dejaba darle de tres dedos, que cuando tenías un mal día te dejaba desquitarte con un puntín, que se la ponías suavemente con el empeine en la cabeza de un compañero o que la clavabas en un ángulo para poder ir a abrazar fuerte a un amigo.
- ¿Vamos a jugar al patio?
Dos macetas hacían de los palos del arco. Me pare firmemente a doce pasos; Dieguito era el arquero, tenía un miedo bárbaro. Tomé carrera y le pegué bien a la punta.
- ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol!.
- ¿Qué quiere decir gol?
- No sé Diego no sé, pero es volver a sentirse vivo.


Maurice Jalfon