Bienvenidos

Les damos la grata bienvenida a este pequeño (pero necesario) lugar de opinión. El objetivo principal que nos hemos propuesto en “La pelota sí se mancha” es la de mostrar una visión del fútbol pura, sin amiguismos y sin estar contaminados por la presión que genera trabajar en algún medio. Y la opinión nace de esta manera, hombro con hombro, y no alejados en la frialdad de un gigante.En este blog se hablará de fútbol, y de todo lo que lo concierne, ya que no es poco, y sin mucho esfuerzo se pueden atar cabos con cualquier otra ocupación, desde un simple espectáculo hasta asuntos meramente políticos.El fútbol es una religión, Maradona es el Dios, pero hemos quedados paganos, a la deriva, y sin una opinión que represente el decir popular. Por eso los invitamos a todos a que contribuyan con este espacio, para discutir temas que nos preocupan a todos los amantes de este deporte, y que no quieren que se manche más la pelota, porque no sólo se ha manchado con barro, sino que, lamentablemente también se ha manchado de sangre.

lunes, 26 de noviembre de 2007

La Pelota Retro: "La Guerra del Fútbol"


El increíble conflicto bélico del que participaron Honduras y El Salvador en 1969.

El plan rumbeaba por los rieles indicados. El odio entre los pueblos vecinos iba in crescendo, y sólo faltaba un detonante para que la confrontación fuera un hecho. A pesar de las diferencias entre ambos, los dictadores Fidel Sánchez Hernández (El Salvador) y Osvaldo López Orellano (Honduras) habían confiado en una salida rápida ante la crisis económica y social en sus países: como fue, es y será, la idea de un enemigo externo era muy tentadora ante la necesidad de voltear la vista del pueblo de los problemas internos. Pero faltaba algo. Y como tantas otras veces, el fútbol (con su incomparable capacidad para obnubilar a las masas cuando es utilizado sistemáticamente) fue el pretexto perfecto: una eliminatoria mundialista fue la coartada – no la causa – de una disputa que es reconocida como “La Guerra del Fútbol”.
Corría el año 1968 cuando en Honduras se celebraron unas elecciones municipales que, enmarcadas en actos de violencia y denuncias de fraude, provocaron la furia de los hondureños; los hasta ese entonces seis años de mandato del Gral. Orellano peligraban. Astuto, el gobierno militar aprobó, a comienzos de 1969, una reforma agraria para paliar los problemas económicos. Pero la medida no venía sola: con la reforma, los casi 300.000 salvadoreños que trabajaban como campesinos ilegales en el país vecino fueron deportados. Y no sólo eso, sino que también fueron utilizados como “chivo expiatorio”, ya que los medios se encargaron de sustentar la teoría de que estos trabajadores eran los culpables de las penurias hondureñas.
Por el lado de El Salvador la situación tampoco estaba muy calma. La gran cantidad de habitantes y el poco territorio disponible eran un caldo de cultivo pronto a estallar. Y para colmo de males, el regreso de los deportados era un nuevo inconveniente para el autodenominado “Excelentísimo Señor Presidente de la República”, Fidel Hernández. Pero el mandatario no contaba con que tendría algo a su favor: los despojados campesinos volvían al país con historias de maltratos, violaciones y muerte perpetradas por sus vecinos. La confrontación, aunque sin llegar a las armas, había empezado.
En el medio, las eliminatorias para México 1970. Y entre acusaciones mutuas y exacerbaciones nacionalistas por parte del periodismo y el poder político, un antojadizo calendario dijo que debían enfrentarse los seleccionados de El Salvador y Honduras. Ida y vuelta. Algunos presagiaron un desastre, pero nunca se imaginaron hasta que límite se llegaría. El primer partido se jugó el 6 de Junio en Tegucigalpa. Los hinchas hondureños se agolparon en el hotel de los visitantes la noche anterior, y se encargaron de que los jugadores pasaran una mala noche, cantando y arrojando piedras a las ventanas del complejo. Finalmente, los locales se impusieron por 1-0 y esperaban con tranquilidad la revancha. Pero ésta – disputada nueve días después en San Salvador – tuvo incidentes mucho más graves: los jugadores hondureños fueron directamente atacados y doce hinchas visitantes murieron tras una gresca producida en la tribuna. El 3-0 de los salvadoreños resultó anecdótico ante una situación que ya había ocasionado el cierre de la frontera entre ambos países. A pesar de todo, el 27 de Junio se jugó el partido desempate en el Estadio Azteca, en México DF. Con un gol de “Pipo” Rodríguez, El Salvador derrotó a Honduras por 3-2 en el tiempo suplementario y consiguió el derecho a jugar contra Haití por un lugar en la cita mundialista.
El reclamo hondureño ante la FIFA por las irregularidades en la revancha no prosperaron, y una semana después del último encuentro ambos países rompieron relaciones diplomáticas. Finalmente, el 14 de Julio fuerzas salvadoreñas invadieron Honduras y hasta llegaron a tomar posesión de varios pueblos, dando comienzo a la guerra. La respuesta hondureña no se hizo esperar, pero una rápida negociación de la OEA (Organización de Estados Americanos) posibilitó un alto al fuego que se hizo efectivo seis días después comenzada la contienda.
Casi 6.000 muertos (en su mayoría civiles) y alrededor de 200.000 heridos fueron el saldo de un disparate político que manchó a un deporte que nada había hecho al respecto. Porque como sostuvo Gregorio Gundio Núñez – técnico de esa selección salvadoreña –: “el fútbol fue una excusa para crear un conflicto armado que ambos gobiernos militares necesitaban”
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Mariano Hernán Potel

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno,Marian, la verdad que la nota es más que interesante. Cuesta, y mucho, creer que un conflicto de esta envergadura se inició por un partido de fútbol. Lamentable.

Un abrazo
Gonzalo